Hermanos Capuchinos




Los Capuchinos somos la rama más joven de la primera Orden, cuyo origen se remonta a 1525, cuando unos frailes de las Marcas (Italia) quisieron vivir con más rigor su vida de oración y pobreza de acuerdo al espíritu original de San Francisco. 

La nueva rama consiguió pronto la aprobación eclesial y creció rápidamente, primero en Italia y, a partir de 1574, por toda Europa. El nombre de Capuchinos se refiere a la forma peculiar de su capucho en forma de cono. Lo que en un principio fue como un apodo, se convirtió en el nombre oficial de la Orden, que en nuestros días está extendida por 95 países de todo el mundo y cuenta con unos 11,000 hermanos.

La simplicidad, la cercanía al pueblo y el espíritu fraterno en las casas y apostolados capuchinos, son signos visibles de su estilo de vida. Aunque los hermanos capuchinos no tienen una actividad específica común a todos -su apostolado está en función de las necesidades de los lugares en los que se encuentran- tradicionalmente se les ha asociado con la predicación y misiones populares y con el ministerio del confesionario. 

Además de la Orden Capuchina de varones, existen muchos monasterios de religiosas Clarisas-Capuchinas de vida contemplativa, y una multitud de congregaciones religiosas de espíritu capuchino.

El celo misionero de los hermanos capuchinos llevó, desde siglos atrás, a numerosos hermanos a América Latina provenientes de el “viejo continente”, Europa, a anunciar a los nuevos pueblos descubiertos, la buena nueva de Jesús. En esta larga travesía, de más de tres siglos, son incontables las historias de grandes hombres, ilustres por su ciencia y santidad de vida, que consagraron su vida e incluso derramaron su vida por el anuncio de del Evangelio y la defensa de los pueblos indígenas muchas veces explotados.

La primera presencia de los hermanos capuchinos en América Latina tiene lugar en Brasil, en el siglo XVII, a la par se hacen presentes en las Antillas, la Guayana y poco más tarde aparecen defendiendo los derechos de los negros explotados en Venezuela.

El primer capuchino que pisó tierras mexicanas fue Fr. Francisco de Ajofrín allá por los años 1763-1766. Aunque su venida a México no fue para dar comienzo a la Orden en este país, sino más bien para hacer una colecta de ayuda para las misiones encomendadas a los capuchinos en el Tibet, es destacable mencionar la buena impresión que le deja este país, y así mismo el interés que queda en los hermanos para ir a misionar a aquellas tierras tan “cálidas y agradables por sus paisajes”, “dóciles, humildes y piadosas por su gente” según el testimonio de Fr. Francisco. 

No es sino hasta el siglo pasado, 1907-1911, cuando aparecen los hermanos ya con planes de cimentar la Orden provenientes de Cataluña, según la petición que el entonces Arzobispo de México Leopoldo Ruiz y Flores hiciera al capuchino Fr. Calasanz de Llevaderas Cardenal Vives y Tutó, en Roma durante un Concilio Latinoamericano. 

Los movimientos revolucionarios de 1911, progresivamente hicieron muy difícil la vida de los hermanos, y tuvieron que abandonar el país en 1918. La segunda etapa de presencia de los hermanos data de los años 1921-1926, en la ciudad de México. Su actividad en “Ntra. Señora del Pocito”, templo filial al Santuario de Guadalupe, está marcada por la atención pastoral de la parroquia, capellanías y la predicación. La ascensión al poder en 1926, del presidente Plutarco Elías Calles, obliga a los hermanos de nuevo a salir de México.

Hacia los años 1947-1987, los hermanos se hacen de nuevo presentes con vías a la fundación de la Orden, según el ofrecimiento del Arzobispo de México, Luis M. Martínez. Así comienza la construcción de un convento en la colonia las Águilas, 1947, en la ciudad de México. Desde entonces, hasta la fecha los hermanos están presentes en México, primeramente atendiendo los hermanos provenientes de la provincia de Cataluña, y desde 1989 por hermanos provenientes de la provincia de Navarra, España.

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